Para estrenar el año 2025 he pensado en compartir algunos de los asuntos más o menos relacionados con la temática de esta web en los que he estado ocupado en estos últimos meses. Y el primero de ellos, que me hace particularmente feliz, es la publicación hace unos días en Tengwestië del artículo «The Eldarin Accent System» (el sistema de acentuación eldarin). Vaya por delante un disclaimer: se trata de un artículo muy técnico y específico, dirigido a los aficionados a la parte más «dura» del estudio de las lenguas élficas que inventó J. R. R. Tolkien, aunque aquí vaya a comentar solo las generalidades más accesibles.
Se trata de un artículo que explora los patrones de acentuación que siguen las palabras en las lenguas de los eldar (los elfos de la Tierra Media de Tolkien): dónde iban las sílabas tónicas de cada palabra y otros rasgos prosódicos, como la presencia de acentos secundarios, contrastes de tonalidad (pronunciaciones más agudas o graves de las distintas sílabas), y la relación de todo esto con la longitud de las vocales, cuya pronunciación tiene hasta tres grados de duración característicos, y con la diferenciación y evolución de las lenguas élficas.
Lo natural es pensar que ese tipo de cosas son de interés única y principalmente entre las comunidades de entusiastas de las lenguas inventadas por Tolkien y ese tipo de asuntos propios del fandom. Pero sin querer echar piedras sobre mi propio tejado, se podría decir que esa es una afirmación matizable, porque ni siquiera el geek lingüístico promedio es de esperar que sienta una curiosidad especial por ese tema. Y sin embargo, el motivo de que esto sea así es donde paradójicamente está el interés del artículo.
Resulta que el tema de la acentuación de las palabras élficas no suele ser motivo de análisis o discusión, porque en los Apéndices de El Señor de los Anillos Tolkien dejó escritas unas reglas muy claras y sencillas, que dejan poco lugar a dudas y cuestiones a investigar. Y podría decirse que la historia acaba ahí, pero ese es el quid de la cuestión: que ese es el punto donde acaba una historia poco conocida, igual que El Señor de los Anillos es la culminación de una larga epopeya, forjada durante medio siglo en la mente de Tolkien, y que solo conocimos completa (más o menos) después de su muerte.
Es conocido que Tolkien imaginó las lenguas élficas que se usaban en la Tierra Media como las últimas descendientes de una familia de lenguas eldarin, con una historia de cambios que imitan el tipo de evolución que se observa en las lenguas reales. Y se ha escrito mucho sobre esos cambios en lo que respecta a los fonemas de las palabras, pero muy poco sobre su prosodia, que es lo que aborda el nuevo artículo.
Sin necesidad de entrar en detalles, las reglas de acentuación de las lenguas élficas en la Tercera Edad se pueden equiparar al patrón del latín clásico, pero en estadios más primitivos pasaron por una primera fase en las que el acento era libre, para después fijarse habitualmente en la primera sílaba de cada palabra, antes del cambio que llevaría al tipo de acentuación observada en la Tercera Edad. Por otro lado, la acentuación de distintas sílabas de una palabra hizo que a lo largo de la historia las vocales se pronunciasen con distintas intensidades, y algunas se debilitaran al tiempo que otras se reforzaban. Y todo esto influyó de forma determinante en algunos cambios fonéticos de las lenguas.
Esto, naturalmente, está inspirado en los procesos que se observan en el desarrollo de las lenguas reales. Y de hecho, la historia que se puede reconstruir de la acentuación de las lenguas élficas, y cómo esta influyó en el desarrollo de las mismas, tiene mucho que ver con la historia reconstruida por de las lenguas indoeuropeas que antecedieron al latín.
¿Hace falta algo así para construir unas lenguas inventadas? Desde luego que no. Ni siquiera para hacerlas parecer realistas. Pero es el tipo de detalles que distinguen la creación lingüística de Tolkien de otras conlangs y artlangs que encontramos en universos inventados, como los de Star Trek o Poniente, por poner dos ejemplos prominentes. Estas son las cosas que le hacen sentir al lector que vale la pena dejarse hechizar por las historias mágicas de la Tierra Media, un mundo en el que su autor volcó toda su imaginación y conocimiento sobre nuestro mundo y nuestro lenguaje.
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